"Un país que no apuesta a la cultura está condenado a la mediocridad" (Anónimo)





sábado, octubre 27, 2007

Sebastián

El sábado a la mañana, al influjo del día espectacular, me tomé atribuciones de ama de casa y comencé una serie de tareas tendientes a demostrar que los hombres también podemos hacerlo. Limpié el baño, fregué, pasé trapo de piso, puse a lavar y colgué ropa, ventilé la casa, etc.Al terminar decidí sacar la basura resultante de mi “jornada laboral” al contenedor que está a media cuadra de mi casa. Con cuatro bolsas en las manos, caminé rumbo al verde recipiente. A unos metros, veo que alguien dentro, levanta la tapa y coloca una botella para mantenerla entre abierta.
Al llegar un niño de unos 6 o 7 años, que estaba revolviendo la basura, recordé que hacía unos días mantuve una charla con el almacenero en la que se mostró molesto, “se meten sacan la basura y dejan todo tirado afuera del contenedor, está bien que saquen cosas pero que no hagan quilombo, después los perros terminan de desparramar y es un desastre”. Coloque las bolsas dentro, al costado. En el contenedor había poca basura, menos de la cuarta parte, el niño que estaba dentro me dijo con voz apagada: “amigo, ¿tiene alguna moneda ahí que le sobre?”, a lo que le respondí: “no... ¿cómo te llamas?Sebastián tiene doce años, dice que hace un mes lo pasaron a segundo, “pero que hoy no fui a la escuela, porque tuve lío”. Sebastián me dice “amigo”.Sebastián va a la escuela “que está cerca de la Funsa, por Corrales… allá abajo, viste”.
Sebastián es muy bajo para su edad, tiene la piel renegrida, la ropa grande, las manos sucias, se come las uñas, tiene lindos dientes, la mirada…, la mirada es una puñalada, fría distante, vacía, desesperada, triste, muy triste.A Sebastián dice que “le gusta la calle”, cuando sea grande le gustaría trabajar con “cobre, cables y esas cosas”, “¿electricista? ¿de UTE por ejemplo?”, “Si algo así, andar en la calle, la calle me gusta”, pero no juntando comida, trabajando”.Sebastián dice que sería un buen trabajador.Sebastián está preocupado porque hay muy poca cosa, “no hay nada en la calle hoy, amigo”.Una señora mayor con su pequeña nieta (eso creo por la edad de ambas) se acerca al contenedor, trae en sus manos dos bolsas de residuos, me mira, yo continuaba apoyado en el borde del contenedor, mira hacia adentro y me dice en tono amable: “no se lo voy a tirar encima”, “déjelo ahí yo se lo alcanzo”, la señora toma a la niña de la mano y se va rápidamente, como para que la pequeña no vea, no se dé cuenta.Sebastián revuelve la basura que tiré recién, la reconozco, rompe la bolsa, me rompe el corazón.¿Como será su hogar?Sebastián vive “allá por Pan de Azúcar para abajo, viste”.
Sebastián hurga la basura y revuelve mis entrañas, ¿qué buscas?, “comida, fideos, arroz, torta, carne, viste, cosas para comer, tengo que ayudar en mi casa”.Sus pies están sucios como su cara, huele igual que el recipiente donde pongo la basura.Sebastián piensa en los demás, al mismo tiempo que junta restos de “comida”, separa huesos pelados de asado “esto es para los perros, probrecitos, tienen hambre”. Los perros que están alrededor del contenedor no son de él, sino del vecino de enfrente.A Sebastián le gustaría “vivir en una casa de dos pisos, viste, con mi familia”.“¿Y tus padres?”, “mi padre murió hace poquito del corazón, pobrecito, mi madre esta en casa con nosotros”“¿Y tus hermanos, son mayores o menores que tu?”, “son todos grandes y todos ayudan”“¿Cuántos hermanos tienes?”, “no me va a creer si le digo, amigo… 14 hermanos tengo…”“¿tu madre es muy mayor, muy viejita, qué edad tiene?”, “mas o menos, tiene 22 años… no 27… no, 25 creo que tiene…”
Sebastián es muy rápido buscando, sabe lo que quiere, en una bolsa hay unas alas y otros restos de pollo, Sebastián se alegra, los acopia; en otra hay un sobre con un resto de “¿qué es esto?”, me pregunta al mismo tiempo que me lo acerca para que lea lo que está escrito en el sobre, “azúcar impalpable… es azúcar, pero finita”, “ah! Para hacer tortas y esas cosas”, dice visiblemente contento.
Lo ayudé a salir del contenedor, llevaba una bolsa de plastillera por la mitad y una mochila, caminé junto a él hasta mi casa, de dije que me esperara en la puerta, junté todas las pocas cosas que había en la heladera, el pan que tenía, harina, aceite y se lo di;me dijo, “gracias amigo, por lo menos con esto se puede hacer pila de cosas…”, me miró a los ojos y se fue.Sebastián me llamó “amigo” e hizo que ese “sábado espléndido” se quedara atragantado en mi garganta, me senté a escribir buscando la manera de liberar mi impotencia, de soportar mi conciencia.
Fernando Ferreira, para Nueva Tribuna (Set, 2005)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Fernando:

Siempre nos produce placer cuando personas como tú nos escriben diciendo que les gusta lo que hacemos. Es, sin ninguna duda, la mejor de las recompensas. No pretendo devolverte tu generosidad y tampoco estoy descubriendo nada, al decirte que lo tuyo es muy bueno.

"Sebastián" es una muy triste pintura de una realidad sin solución. Con una narrativa brillante en la cual el lector toma contacto con los personajes como si estuviera presenciando el desarrollo.

La total insensibilidad de los que manejan nuestro dinero no hacen tiempo ni ponen ganas para solucionar en parte un problema que no puede esperar. Pero sí tienen el cinismo de hablar de democracia, cuando la misma jamás es aplicada en ningún lugar de este planeta.

Y me detengo por acá, porque el cometido de mi mensaje no es criticar el sistema sino ponerme en contacto contigo, y alentarte a seguir en la línea en que estás, comunicando desde el sentimiento y la razón.

Un fuerte abrazo y un cariñoso saludo a los que te quieren,
Miguel Abalos
LaQuincena@montevideo.com.uy
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